[por Alejandro Varas / Edición Nº0] CAVILACIONES SOBRE EXPERIENCIAS VINÍCOLAS EN “EL BAÚL”. Tres observaciones sobre cómo sobrevivir a la fragmentación posmoderna de la sexualidad en el contexto de la fiesta del ello si mis papis fueron “hetero” -colección café solidario [ahora con + hormonas]-
Usted está ad portas de un suceso local que dará que hablar, ya sea por la presunta subversión de las dicotomías de género y sexo que pretende, o por el gran olor a mechón pidiendo limosna que podría acarrear, esto último dado que hay grandes expectativas puestas en aquello ( ). Hablamos sin duda de la fiesta del Ello de esta escuela, o, como ya se aprontan a llamarla algunos, la fiesta del Súperello, -sin mucho éxito por cierto. La pregunta es ¿Qué esperar de esta festividad en el contexto social actual? ¿Veremos sendos traseros lubricados al son de Wisin y Yandel? ¿O seremos asfixiados en sangre, cadenas y chunchules? ¿O el casino se transformará en Pagano y Zeus simultáneamente? A todas estas dudas hay que responder prontamente, ya que el alcohol necesita de un ambiente propicio para surtir efecto.
Para nuestro público erudito podemos plantear lo siguiente ¿Cómo subvertir los lazos de parentesco o cómo orientarnos hacia un status ontológico trans –en donde lo sexual es sólo un aspecto- si consideramos al deseo, dentro del contexto lacaniano, atravesado por la apetencia del deseo del Otro? O, como diría el otrora blog de Chico Seba ( ) ¿Puedo cagarme a mi amigo en la fiesta del Ello? La interrogante es aún más amplia, ya que entenderán ustedes que para algunos el Ello no es reductible a una excusa para ser canalla o malulo, sino que es la institucionalización misma de un estilo de vida complejo que se viene gestando desde hace algunos años con la emergencia de palabras como “trans” y “queer” ( ) [pronúnciese “kuir” y usted no quedará excluido de la plática].
Asistimos a una construcción de escuela que, debe decirse, es también el decantado de procesos alcohólico-políticos encarnados en figuras reconocidas por usted, principalmente hablamos de la generación de 5º año, que, cual calamar en celo, se ha apoderado sistemáticamente de la mayor parte de las ayudantías, espacios de participación política, y mujeres de la facultad; que es la misma generación que tiene este año el deber ético de proseguir la consecución de aquel jolgorio libidinal. Como podrá olfatear, algunos supuestos a la base de esta construcción de escuela –que se construye no precisamente en el campus y en estados de vigilia- obedece a ideologías post-modernas, post-estructuralistas, y post-feministas ( ) muy concretas que intentaremos plantear desde un comienzo con la finalidad de poder hacer partícipe a usted de conductas que según Caponni serían sexualmente patológicas.
1. ¿Qué es la sexualidad? La sexualidad es más que pene, poto, pichi, caca, teta, vagina y clítoris. Hay que precisar que dice relación con un empuje energético somatopsíquico, es decir, pulsional, que no responde a un instinto, sino más bien a una satisfacción más allá de una necesidad. ¿Qué quiere decir esto? Pues muchas cosas, entre ellas que no hay algo así como una predeterminación a desear mujeres u hombres, o una naturaleza heterosexual. Más aún, la elección de un sujeto para satisfacer la pulsión sexual es totalmente contingente, por lo que la ama de casa podrá perfectamente escoger su mejor uslero, asimismo, el señor, su más querido oso de peluche, argumentando que la sexualidad es cultural y por tanto lingüística, sin sentir menor inquietud. En lenguaje lacaniano diga usted que el objeto de la pulsión es totalmente indiferente, lo que satisface la pulsión es el recorrido por el borde del objeto, o dicho de otra forma, no hay objeto que satisfaga a la pulsión sexual. Siéntase más insatisfecho que lagunazo sin cerveza o que histérica en el ring de cuatro perillas.
2. ¿Qué es el sexo y el género? Si usted pensaba que era hombre o mujer estaba muy equivocado. Si usted pensaba que existían los hetero, los gays y los bi, estaba en un craso error. Lo que no estamos dispuestos a abandonar es la existencia de un cuerpo ( ), sin embargo entendiendo este cuerpo dentro de una diversidad incomensurable de formas sexuales tanto en sus manifestaciones corpóreas explícitas como en las orientaciones de satisfacción que involucran a otros. ¿Cómo dijo? El sexo entendido como aquello físico o corporal que distingue al hombre de la mujer no existe, o, si bien existe, es mediante la intervención de discursos médico-científicos que consideran patológicas otras formas diversas de corporalidades. ¿Qué cosa? No existe algo así como los “hombres” y menos aún algo así como las “mujeres” como categorías universales, excluyentes y homogéneas sino más bien existen cuerpos que desean de múltiples maneras atendiendo a los marcos culturales pertinentes ¿Me lo puede repetir?
3. ¿Qué desea el deseo? Pues bien, cuando usted crea que se enamoró de Kimberly o Yesenia, o bien de Jeison o Bairon, y sienta el deseo de tenerlo, y aún más, ose a exclamar ¡deseo tenerte!, habrá que recordar a nuestro archirival y compañero de juergas Jacques Lacan que nos decía que lo que desea el deseo no es al otro sino que lo que desea el deseo es el deseo del Otro. ¿Qué significa esto? Que cuando usted se enamora no quiere tener a fulano o zutana, sino que lo que desea es que este otro lo desee a usted. Claramente no tiene mucho sentido buscar a mengano, amarrarlo a una cama, ponerle esposas, y apagar cerillos en sus pezones, con el fin de que no escape, si lo que busco en verdad no es tenerlo sino que me desee ( ). Lo principal a la hora de hacer un torpedo acá es que no hay posibilidad de individuo aislado en lo sexual, ya que el otro siempre está implicado desde que succionamos su pezón para sobrevivir y luego para gozar ( ).
Y bien, ¿Puedo cagarme a mi amigo en la fiesta del Ello? Nótese que estos argumentos esbozados parecieran declarar el principio del “todo vale”, puedo estar con quien quiera o lo que quiera, y con la cantidad que me plazca en el lugar que desee. Es algo que notaría en la brisa de la laguna si se topa con los personajes indicados. Sin embargo, cabe reflexionar ¿hasta qué punto es posible en la práctica materializar un discurso trans vislumbrando el contexto simbólico biparental y la triangulación edípica subyacente en la que fuimos subjetivados? ¿Hasta qué punto soy capaz de hacerme el weon cuando me están cagando en mis narices, en virtud de la asunsión de ideologías que cuestionan el hecho de poseer a alguien?
Hemos nacido bajo una constelación familiar específica, esta es, en términos simbólicos, una que consagra un lugar al padre y a la madre, como representantes del contrato de alianza. Cuando digo que esto sucede de manera simbólica, no digo que usted haya nacido y vivido en un hogar con padres y madres carnales, bien podría ser el caso que usted haya sido producto de un experimento militar tecnomédico que vislumbraba formas de gestación extrauterinas en máquinas de propiedades pseudoamnióticas, sin embargo aún así por la cultura en que vivimos, los lugares simbólicos de lo materno y lo paterno estarían presentes mediante el lenguaje. ¿Cuál es el paso que lleva a la formalización de una supuesta exclusividad diádica en aquella apetencia del deseo? ¿El ejercicio de lo trans está exento del principio del “tercero excluido”? ¿Qué hacer con los celos si quiero ser simultáneamente shúer loco?
Bien, tengo cita con el hombre de la gaita y la ayudantía no basta para financiar estos desvaríos, finiquitemos esto ya. La coexistencia de la parcialidad de la pulsión con la búsqueda de príncipes azules, examinada bajo el lente de un estilo de vida trans, será algo que habrá que analizar más detenidamente. Sin embargo, en lo que respecta a la fiesta del Ello habrá que tomar una postura radical, una postura más subversiva que la del misionero, la del perrito o la del tan bien conocido vuelo del cóndor ( ). Si desea cagarse a su mejor amigo ¡caguelo! pero recuerde que culturalmente hay instaladas en su corporalidad emocionalidades propias de la exclusividad del deseo, es decir, no podrá negar la culpa ni los celos en sus respectivos casos, más allá si la pasó bomba o si en realidad el trago le jugó una mala pasada a sus córneas. ¿Es posible subvertir estas emocionalidades instaladas, propias de lazos de parentesco que obedecen al contrato de alianza? Creo que sí, sin embargo un acercamiento a lo trans desde la moda otoño-invierno dista mucho de rozar lo político. Dejar de sentirse miserable por lo queer del amor de su vida, o no culparse asimismo por atinar en el baño del casino con quien no debía, son al parecer atributos deseables dentro de una concepción liberal de la libertad: el libertinaje. ¿Es eso lo trans o lo queer? ¿O hemos desvirtuado el sagrado camino del aniquilamiento de las dicotomías sexuales, sólo con el propósito de tirar una canita al aire? Esto de entender lo trans como una especie de libertinaje sexual es como papapleto de bomba Copec; no hay subversión al desconocer y escapar de la ley, sino al reconocerla y transformarla; eludir la dimensión productiva de la ley en el plano subjetivo sólo nos llevaría a la fórmula: queer = bambucha ( ).